Anoche, en medio de una interesante conversación con vino tinto de por medio, alguien me dijo algo que nos han dicho a todos: “lo entenderás cuando tengas mi edad”.
En ese momento no le di más importancia de la que aparentemente puede tener una frase dicha sin más en un momento que no tenía nada de particular. Pero al llegar a casa me acordé de uno de los libros que creo que todo el mundo debería tener el placer de haber leído aunque sea una vez en la vida: ‘Martes con mi viejo profesor’, de Mitch Albom. En concreto, me acordé de una conversación:
-Pero si es tan valioso envejecer, ¿por qué dice siempre la gente “Ay, si yo volviera a ser joven”? Nunca se oye a nadie decir: “Ojalá tuviera sesenta y cinco años”.
-¿Sabes lo que se trasluce en eso? Vidas insatisfechas. Vidas no realizadas. Vidas que no han encontrado sentido. Porque si has encontrado un sentido en tu vida, no quieres volverte atrás.
Y me quedé pensando acerca de todo esto de hacerse mayor y de entender más cosas cuanto más viejo eres. Y si bien es indiscutible que los años dan una experiencia que no se puede encontrar en otra parte, acabé cayendo en la cuenta de que también son las escaleras por las que sin darnos cuenta nos vamos alejando de cosas cuya importancia también es obvia. Sólo que se nos olvida.
Puede que los años acaben dándome una colleja mientras veo a mis nietos jugando al fútbol en el jardín. Pero también puede que no me equivoque si digo que hacerse mayor es igual de importante que hacerse pequeño y que al final hacerse mayor sólo significa saber cuándo puedes ser un niño y cuándo no.
No es que sufra de síndrome de Peter Pan o tenga algún tipo de fobia a admitir que los días pasan para todos. Nada más lejos de la verdad, porque lo cierto es que la gran mayoría de personas a las que admiro han sobrepasado ya la cincuentena. Y a mucha honra. Lo que me recuerda otra frase de Amadou Hampâté Bâ, que me parece como mínimo para enmarcar:
“Quand un vieillard meurt, c’est une bibliothèque qui brûle” – “Un viejo que muere es una biblioteca que se quema”
Volviendo al tema. No entiendo las prisas por perder cualquier rastro de inocencia. No comprendo cómo es tan fácil olvidarse de lo valioso que es dudar, preguntar y entender las cosas por lo que son, no por los mil significados ocultos que nos hemos empeñado en que tengan.
Y aquí es donde tomo mi primera decisión. Me he propuesto tener el libro de El Principito a mano, para leerlo de vez en cuando y no olvidarme de lo realmente importante, de lo que es invisible a los ojos. Supongo que casi todos lo hemos leído alguna vez cuando éramos pequeños. El problema es que deberíamos leerlo cuando nos hacemos mayores. Deberían pedirlo como un punto imprescindible del Curriculum Vitae:
– “Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.”
– “A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: “¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?” Pero en cambio preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?” Solamente con estos detalles creen conocerle.”
-“Conozco un planeta en el que vive un señor muy colorado. Nunca ha olido una flor. Nunca ha contemplado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas. Se pasa el día diciendo: “¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!”, lo que le hace hincharse de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!”
-“¿Y de qué te sirve poseer las estrellas?
-Me sirve para ser rico.
-¿Y de qué te sirve ser rico?
-Me sirve para comprar más estrellas.”
-“Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos”
Y podría seguir, pero me voy a parar aquí. Qué difícil se nos hace encontrar cosas únicas en el mundo cuando crecemos, qué rápido nos olvidamos de que los amigos también se riegan, qué poca gente es capaz de saber cuándo hay que parar. Con qué facilidad nos dejamos flotar hacia la superficie y qué pocas veces nadamos hacia el fondo de las cosas. No tenemos tiempo para pararnos a coger aire.
Yo también tuve la suerte de tener un viejo profesor, y lo que le hacía extraordinario es que no había dejado de ser un niño en ninguno de sus casi ochenta años, que se dice pronto. Lo que le hacía especial para mí es que fue la única persona capaz de hacerme la pregunta correcta en el momento exacto: «¿Qué hubiese hecho tu ‘yo’ de hace diez años?»
Me hizo ver que yo, sin tener casi la tercera parte de su edad, ya me había empezado a olvidar de lo importante que es no olvidarse de ser pequeño, porque sólo quería ser mayor.
Así que diré que sí, que probablemente dentro de treinta años comprenda cosas que ahora no soy capaz siquiera de imaginarme. Pero también diré que no me servirá de nada tener una larga agenda de contactos si a las tres de la mañana no tengo a nadie a quien llamar.
Que sí, que todos tienen hijos, pero no todo el mundo es capaz de aprender algo nuevo de ellos. Que vale, que todos creemos encontrar al amor de nuestra vida en algún momento, pero yo quiero echarme un baile con esa persona en bata y pantuflas en el salón de mi casa cuando sepa que igual no llego al verano que viene. Que no quiero suspirar por volver a tener veinte años, porque no quiero que se me olvide lo que se siente cuando los tienes.
Que sí, que todos nos hacemos mayores, pero que también hay que hacerse pequeño.
ECGXIII.
Leer un párrafo, volver sobre las líneas. Y casi tener ganas de que llegue ese último veramo para ver si bailo o no. El.amor o la amistad madura, sincera, eso a prueba de bombas, solo se consigue envejeciendo. No por aquello de mas sabe el viejo….. Si no por que entre que aprendemos y no a valorar, el tiempo pasa y pasa, se desperdicia. Como moneda de cambio, precio que hay que pagar. Mil gracias por el post, reconforta saber que aun quedan personas que piensan así, y además saben expresarlo.
Gracias Anibal, espero que bailes, de verdad.
A mi me hubiera gustado disfrutar más de mi infancia,aveces nos hacen mayores sin preguntarnos casi sin pedirnos permiso,pero la vida te sorprende de tantas formas y te da o te devuelve lo que te fue robado . Fui madre joven lo que me hizo volver a mi niñez de tal forma que disfrute tanto que a día de hoy lo sigo haciendo ,volví a encontrarme con migo misma en multitud de situaciones de juegos de caricias yo nunca quise crecer al igual que ahora que los años que no son más que números,siguen sin reflejar el espíritu de mi persona(yo sigo siendo una niña). Gracias por darnos estos ratitos y compartir con nosotros tus pensamientos
Los años no son más que números. Tú misma los has dicho Ana Belén. Gracias y no dejes de pensar así, al final todo vuelve.
Hola, ya era hora que te escribiera un post por aquí. Casi evitando porque cada vez me recuerdo que no he escrito. De verdad genial lo que escribiste. Me recordó a una serie de fotografias buenisimas por Tom Hussey llamada «Mirrors» (la recomiendo buscarlas por tío Google). Estas reflejan lo que muestra el cuerpo, pero lo que refleja el corazón. Nunca perder el nińo de dentro, es de las mejores enseńanzas. Es una gran perdida cuando las personas se olvidan de esa inocencia y esos grandes sueńos. Por esa razón tengo una carta escrita que me escribí a mi misma a los 14 creo para recordarme de la escencia. Creo que es hora de que vuelva a buscarla.
De nuevo, excelente.
Mariel
Mariel, muchas gracias por hacer referencia a la serie Mirrors de Hussey. Me pareció brutal cuando la vi en su día y me alegra que alguien la mencione, porque la había olvidado. Efectivamente, necesitamos recordarnos quiénes somos en realidad, y a veces sólo es posible acordándonos del niño que llevamos dentro. Encuentra tu carta, y guárdala a buen recaudo. Un saludo.
Yo nunca he leido El Principito, pero lo leeré, lo prometo.
Un beso grande
¡Si lo haces tendrás que contarnos qué te parece! Te tomo la palabra…
la cita ausente es: Todos llevamos dentro aquel niño que fuimos, ese niño es la base de aquello en lo que nos hemos convertido, de quienes somos y de lo que seremos
Totalmente acertada J.G., gracias por la aportación. ¡Anotado queda!
Gracias! Es lo primero sensato y poco impulsivo que se me pasa por la cabeza al leerlo. Alguien dijo una vez que <> pero tenemos el problema o de matar/silenciar a ese niño, como los adultos del principito, o estancarnos en la eterna infancia, como el trágico Peter Pan.
Y ese punto intermedio es el ideal; hacer las locuras con un corazón de niño pero pensadas con la cabeza de un adulto…pero no seguiré desarrollando el pensamiento por no quitarte lectores y protagonismo porque los niños, cuando nos sentimos amenazados, podemos ser crueles 😉 jaja
Gracias por la contestación al comentario del hombre despechado y por decir con palabras de niño tus sentimientos de adulto.
Un abrazo
¡Qué grande!Yo también he leído Martes con mi viejo profesor y con 23 años puedo decir que todo llega…que antes de ser mayores y con experiencia se tiene que ser joven y «estúpido» y que la importancia del amor en la vida es enorme.
PD: yo robé un libro del Principito en francés hace un mes a una familia con la que estaba de Au Pair y que me maltrató psicológica y físicamente (gracias a ellos por esta anemia tan fabulosa). Así, en plan venganza.
Aún no lo he leído, porque está en francés y me da pereza.
Pero lo haré.
Hola.
Tan solo quería decirte que he llegado hasta a tí gracias a una amiga, que consideraba importante que te leyese. En concreto, que leyese tu entrada de «Los Juernes al sol».
Supongo que porque yo también soy impredecible, y porque hace algunos años también me encontré a un gilipollas en mi camino que me hizo pasarlo putas hasta que decidí hacerme mi bocadillo de choped, sacarme el carné de conducir, y decirle hastaluego cocodrilo (no sin antes romperle un tímpano de una hostia con la mano abierta).
Bueno, a lo que voy. Que me encanta tu blog, que te voy a seguir, que me mofo leyéndote…
Sencillamente genial.
solo un apunte…no es que haya que hacerse pequeños, sino no olvidarnos de serlo. No perder la capacidad de admirarse, la curiosidad, la ilusión por todo, la falta de verguenza. Es obligatorio hacerse mayor, de hecho es imprescindible y por una sencilla razon: hacerse mayor implica saber reconocer, analizar y tomar conciencia del maravilloso regalo que nos han dado. Y por ley deberia ser obligatorio no matar nunca a ese niño trasto y jugueton que todos llevamos dentro. Es una pena que no sepamos encontrar el termino medio de adultos entre seguir queriendo ser peter pan cuando no nos corresponde o una frigida wendy incapaz de asumir que la vida es algo mas que obligación y responsabilidad. Deberiamos aprender a envejecer sabiamente.
Gracias por la invitación a la reflexión que nos ha hecho a todos, profesor..
Un abrazo.